Entrada del museo du Louvre. Pudo reabrir sus puertas con numero de visitantes limitados hasta el 6 de julio. Actualmente se encuentra cerrado. Foto: Sacnicté Caballero.

 

Como todos lunes desde hace un mes, me levanté y encendí la radio de mi celular. Escucho todo el día France Info; de repente “trr trrr”, una notificación interrumpe las voces en la radio.

  • ¿Cómo estás? Oye lo del coronavirus se está poniendo peor y me preocupa que te quedes sola en tu departamento.

Mi hermana, como muchas otras personas en Francia, se preocupaba por mí, pues viviendo en París, en donde el sólo hecho de tomar el metro te pone en contacto con cientos de personas, el riesgo de contagio es mayor.

Ese 16 de marzo, mientras decidía qué hacer primero, si bañarme o ir por la despensa; tenía dos conversaciones simultáneas por SMS.

-Hola, ¿cómo estás?, ¿cómo está tu familia en China?

Como para muchas personas, la pandemia me dio el pretexto para reconectar con personas que hace tiempo no veía, por ejemplo, un parisino con el que solía salir.

-Todo bien, ellos están bien. Hay un billón de chinos antes que mi familia.

Supongo que uno busca consuelo, en la probabilidad, sobre todo, estando en Francia, en donde los nuevos casos aún se cuentan por centenas.

Mientras me decido a salir a hacer despensa, me doy cuenta de que necesito comprar papel de baño. “Maldición, ahora todo el mundo va a pensar que soy una de esas personas que hace compras de pánico”. Afortunadamente, ya había de nuevo en los estantes, unos días antes no había un solo rollo.

Sabía que nos iban a poner en cuarentena, pero no creí que tanto tiempo. Hice una despensa para 10 días y volví a mi departamento.

“Trr trr” de nuevo mi teléfono.

-Loïc tiene un conocido que dice que nos van a encerrar por 45 días, vente a la casa.

Lo pensé mucho, había una atmósfera muy inquietante en el aire. No quería irme de París, pero al mismo tiempo no quería quedarme en mi minúsculo departamento sola en medio de toda esta incertidumbre.

  • “Dicen que nos van a confinar por 45 días” me dijo también el parisino.
  • “Busca boletos de tren para hoy en la tarde” me insistía mi hermana.

Justo cuando acababa de comprar despensa, que mala suerte.

Pero así lo hice. Ese 16 de marzo, me bañé, comí en 30 minutos o menos, hice mis maletas y me fui a la estación de trenes.

En ese entonces mi único cubrebocas era mi bufanda, las autoridades francesas habían dicho que no era necesario a menos que estuvieras enfermo. Así me subí al tren, puse mi mochila en el asiento de al lado para que nadie se sentara junto a mí. -Sólo es una hora y cachito de viaje, no va a pasar nada, me traté de consola mientras intentaba aguantar la respiración y miraba con sospecha a todos los que tosían.

Ese mismo día en la noche el presidente Emmanuel Macron anuncia que a partir del martes 17 de marzo, al medio día todos los desplazamientos quedarían prohibidos. Todo el mundo debía quedarse en casa. Lo que creímos que iba a durar 15 días, duró dos meses y medio.

Después de la tormenta viene la calma

Es algo muy extraño y revelador vivir un acontecimiento con repercusiones a escala mundial, es decir, vivirlo en carne propia, al mismo tiempo que le sucede al resto de las personas respirando en este planeta.

Sin embargo, vivirlo desde la piel de expatriada es una experiencia aparte. Estar al pendiente de lo que sucede en el suelo donde vives, y al mismo tiempo vigilar de cerca lo que pasa en tu país, en tu estado, en tu colonia, en casa de tu familia, me permitió analizar muchos aspectos importantes de la gestión de la pandemia de Covid-19.

El virus llegó a Francia dos o tres semanas antes que a México, después de China e Italia, Francia fue uno de los países que más rápido e intensamente sufrió el embate de la ola de contagios. Para hacerle frente se impuso una cuarentena bastante estricta, los desplazamientos entre regiones estaban prohibidos, las fronteras de la Unión Europea se cerraron, el trabajo a distancia se impuso como regla general; escuelas universidades y servicios públicos no esenciales tuvieron que cerrar.

Para realizar compras alimentarias o de primera necesidad, sólo una persona por familia podía hacer el desplazamiento, no sin antes imprimir o escribir de puño y letra, una declaración bajo palabra en la que se establecía el motivo de la salida del domicilio.

No pude evitar pensar en las diferencias entre la gestión en México y Francia, tan sólo en el Estado de México hay más de 16 millones de personas, en el París metropolitano hay poco más 7 millones, considerando que es la zona más poblada del país, los desafíos entre un país y el otro son completamente diferentes.

Después de dos meses y medio y bajo la presión, esta vez, de la crisis económica; el gobierno francés dio luz verde para que pudiéramos volver a salir de nuestras casas, con cubrebocas y con gel en mano. El 11 de mayo la gente pudo volver a salir.

Plaza Trocadero. Uno de os lugares mas concurridos de Paris, casi vacío por falta de turistas. Foto: Sacnicté Caballero.

La respiración antes de la caída

Yo regresé a París un mes después, pues quise aún guardar la distancia y evitar a toda la gente que salió a los centros comerciales, estaciones de trenes y aeropuertos, como si no hubiera mañana.

A mi retorno me encontré con una ciudad casi vacía, París sin sus turistas es el paraíso. Visité monumentos, museos, tomé fotos. En el metro apenas si había la afluencia de un lunes en la noche.

Inmediatamente después, llegó el verano, una fecha marcada por la celebración de la Fiesta de la música. La gente volvió a desvelarse en París, a bailar toda la noche, suena poético cuando lo cuento, pero la verdad me produjo mucha ansiedad lo relajada que estaba la gente; sin tapabocas, unos pegados a otros. Sin embargo, supongo que es lo único que les quedaba cuando una parte muy importante de la cultura francesa son los festivales musicales de verano, todos cancelados.

El verano fue extremadamente cálido (hasta 38 grados en París), lo que complicaba obligar a la gente a usar el tapabocas en exterior.

De pronto el verano fue desapareciendo y con ellos apareció la obligación de usar tapabocas en permanencia. No hacerlo cuesta 135€ (3218.45 MXN), los comercios que pudieron abrir sus puertas, ahora debían cerrar a las 10pm. La etapa siguiente fue el “toque de queda”; nadie estaba autorizado a estar fuera de su domicilio después de las 9pm.

Los contagios se recrudecieron, los hospitales de nuevo bajo tensión, quince días después, lo que tanto temíamos regresó. El 30 de octubre todos debían de nuevo permanecer en casa, sin embargo, esta nueva cuarentena es menos estricta, las escuelas siguen abiertas, la gente puede ir a trabajar.

En un año en el que muchas personas se quedaron sin empleo, sin la seguridad de poder validar su semestre, pagar la renta o comer tres veces al día, los franceses piensan en rescatar por lo menos navidad. El gobierno francés aún no ha dicho si la cuarentena se levantará antes de las fiestas, lo único seguro es que todo el mundo espera con impaciencia el discurso del presidente previsto para la última semana de noviembre.

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Un puesto de souvenirs cerrado en el barrio de la torre Eiffel. Foto: Sacnicté Caballero

 

Sobre el autor

Sacnicté Caballero Vázquez es originaria de Coacalco, Estado de México, estudió la licenciatura en comunicación en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM. En 2019 obtuvo una maestría en Cooperación Internacional y Comunicación Multilingüe de la Université Grenoble Alpes, en Francia.

Después de sus estudios de comunicación, se enfocó en el voluntariado dentro de organizaciones como Amnistía Internacional, aunado a sus estudios de maestría, colaboró con la ONG Oxfam Francia, como asistente de la campaña G7. Trabajó brevemente en Solidarité Sida, una asociación francesa de lucha contra el VIH, como encargada de movilización.

Los idiomas siempre han sido su pasión, por lo que efectuó un intercambio académico en la Universidad Sorbonne Nouvelle en Francia, y un año de estudios intensivos de chino mandarín en Taiwán.