Todo comenzó alrededor de las 8:30 de la mañana, aún dormitaba cuando entró a mi teléfono la llamada de un número desconocido. Creí, di por hecho que era uno de mis primos que constantemente cambia de número, creyendo que era él, respondí: Bueno
–Hello, prima. ¿Cómo estás?
-¿Quién habla?- No había reconocido la voz.
–Yo, tu primo. ¿Cuántos primos tienes en el extranjero? La verdad es que tengo tres, sólo con uno tengo contacto al menos una vez al año, así ha sido en los últimos cuatro años y así me saluda desde EEUU: -¿Ale? –Ajá fíjate que voy para allá. Pásame a mi tía. Se la pasé, le dije que era Ale. Posteriormente volví a tomar el teléfono ¿Y tú otro número?
-Este es mi nuevo número. El otro teléfono se me cayó al agua. Prima, te hice un depósito de 50 mil pesos para poder gastarlo y repartir por allá pero me hicieron contratar un seguro y que debo pagar algunos impuestos que porque no vaya a ser lavado de dinero y no sé qué más. No me dejaron llevarlo en efectivo. Estoy en el banco haciendo esos pagos. Voy para allá ¿Qué quieres que te lleve?

Mi «primo» de EEUU me llamó de un número desconocido
Hasta aquí todo bien. Me había dicho que él haría esos pagos y sólo necesitaba que yo cobrará el dinero aquí, además de preguntarme «qué quería que me trajera». Algo que mi primo me había preguntado la última vez que vino, hacía seis meses. Le dije que quería la foto del comprobante del depósito (que alguna vez ya me había enviado). Me dijo que era mucho dinero y no le habían dado el papel, por ser mucho dinero el “gerente” mismo me llamaría para darme la clave de retiro.
No sospeché, sólo decía que me había hecho un depósito que tendría que cobrar y él vendría con regalos. Lo único que me parecía extraño era la cantidad de dinero. Además, sólo una vez me había hecho un depósito para los abuelos. Lo pasé por alto y le pregunté si quería que fuéramos por él al aeropuerto, como las últimas tres veces que he ido a recogerlo. Me dijo que sí. Convenimos en que mandaría a alguien por él, yo no podía. Había caído, el primer acto estaba concluido.
A los diez minutos volvió a llamar que ya iba a comprar el boleto para su vuelo pero que uno de los pagos no había pasado:
–Fíjate que intente hacer el pago del seguro pero que ya no hay sistema. Ha habido mucha tormenta eléctrica por aquí y no me dejó, sólo pasó uno. Prima ayúdame ya voy para allá. Me dicen que el pago puede ser desde allá. Todo es reembolsable. Yo llegando allá te lo pago. Ayúdame que ya voy para allá. Te va a llamar el gerente del banco.
-¿De cuánto es el seguro que contrataste?
-De cinco mil pesos, pero allá te lo pago. Nuevamente no dudé, cuando mi primo ha venido suele pagar todos los gastos aquí.
A los 5 minutos me llamó el “Gerente”: –Señorita soy el Lic. Francisco, le hablamos de Coppel. Tenemos un caballero que le hizo un depósito de 50 mil pesos. Pero para que usted pueda cobrarlo necesitamos saber si va a ser responsable del pago del seguro. Un seguro que se le otorga a nuestro cliente para su viaje.
-¿Pero sólo es ese pago y me darán la clave de cobro, verdad?
–Así es, pero necesitamos saber si usted se hará responsable para que le pueda liberar su dinero.
Yo dudé. El “Gerente” me dijo que si no hacía ese depósito obviamente no podría tener el dinero de “mi primo”. Me dio un número de cuenta del banco Coppel y me pidieron que hiciera un depósito desde el OXXO. Lo hice. En ese transcurso, el “Gerente” me llamó al menos tres veces para asegurarse de que hiciera el pago en menos de 20 minutos a una cuenta del banco Coppel.
Me dijo que una vez que verificara en su sistema que el pago se había hecho, me daría la clave de retiro. A los 20 minutos volvió a llamar diciendo que había un problema con el pago de «impuestos» que hizo “mi primo». Un segundo “Gerente” habló conmigo. En lo que «trasladaron la llamada» escuché claramente el menú de Coppel.
Al responder este segundo “Gerente” me dijo que el sistema había «botado» el primer pago de mi primo por no haber dado algún dato. Que necesitaba ese otro depósito de manera «urgente». Tenía que ser en un lapso de 40 minutos. Le dije que no tenía esa cantidad, que esperara a que mi primo llegara para dársela. Entonces me hizo un descuento, a cambio Coppel pondría el otro 50% para que yo pudiera cobrar el dinero ese mismo día a las 6:00 PM.
Me dieron otro número de cuenta, nuevamente para Coppel. Intenté marcarle a “mi primo”, no respondió. Imaginé que ya venía en su primer vuelo. Le envié un Messenger, nuestra única forma de contacto desde que había perdido su número. Pero no respondió.
Hice el depósito. “Mi primo” me marcó diciendo que ya estaba a punto de tomar su vuelo y no podía tener su teléfono, que tenía llamadas perdidas del banco. Le expliqué la situación. Sonriendo -como suele ser mi primo- me dijo que no me preocupara, que todo era reembolsable y que me pagaría aquí. Me dijo la hora de su llegada al aeropuerto, además de traerme «un celular de regalo».
Lo curioso es que mi primo sí ha regalado celulares a parientes aquí. Nuevamente no dudé.
Finalmente me llamó el segundo “Gerente”, que todo estaba en orden con el segundo pago y me pasó la «clave de retiro» para poder cobrar el dinero en cualquier sucursal Coppel.
Ya sólo esperaba a que mi primo llegara por la tarde al aeropuerto.
Comenzó la tormenta cuando “mi primo» llamó por la tarde para decir que estaba «detenido» en el aeropuerto. Ya estaba asustado e insistía que se lo llevarían al MP. Un “Comandante, Aguilar” se comunicó conmigo diciendo que hablaba del Aeropuerto Internacional Benito Juárez (AICM):
–Señorita, fíjese que tenemos detenido al caballero porque trae cinco celulares marca Samsung y un iPhone. Además de un baúcher por una cantidad de 50 mil pesos y no trae ninguna factura ni tiene cómo comprobar lo que compró. Por eso aquí la señorita de hacienda lo ha detenido. El caballero dice que perdió las facturas. Se lo paso.
A estas alturas “mi primo» ya hablaba bien el español, no como ‘pocho’ como había sucedido en la mañana. Estaba «alterado» y “muy asustado” porque se lo llevarían al MP. Le dije que no se preocupara, él tenía la ciudadanía americana. Qué no pasaría nada. Pero “mi primo» no se calmaba. Me dijo que los 50 mil los había congelado la señorita de hacienda en la aduana. Y le habían confiscado todo porque había perdido las facturas. Me pasó de nuevo al “Comandante”.
Éste me dijo que si quería podía arreglarme con la señorita de hacienda. Yo no había ido al aeropuerto, había pedido el favor a otro familiar para ir a recogerlo. Le dije que se arreglara con los productos que había traído “mi primo». Si había un iPhone sería suficiente. Me dijo que no era posible porque esos productos ya habían pasado por la cámara, así que supuse si quería “arreglarme” debía darles efectivo.
Le dije que no estaba en el aeropuerto, pero había ido un familiar. Me dijeron que el dinero «urgía» porque estaba a punto de llegar el supervisor y entonces ya no podría hacer nada por “mi primo”. Le pregunté que qué podía hacer. Me respondió que entendía la situación y que por humanidad la señorita de hacienda estaba dispuesta a ayudarnos y poner en orden los productos de mi primo.
Pedía 10 mil por ayudarnos. Le dije que no tenía esa cantidad. Me preguntó cuánto tenía. Insistí que en un rato mi familiar llegaría al aeropuerto. Reviró con que el supervisor iba llegando y se llevarían a mi primo. Me pasó de nuevo a “mi primo” para que me rogara que le echará la mano con el dinero. De nuevo el “Comandante” presionó. Entonces cedí y me proporcionó un tercer número de cuenta. Esta vez de un banco distinto. Le dije que lo haría, así tuviera que pedir prestado. Llamé a mi familiar que estaba llegando al aeropuerto, me dijo que no hiciera nada, pero yo ya había tomado un taxi rumbo al OXXO y pasaría con alguien a conseguir dinero.
No había llamado a mi tía en EEUU porque trabajaba y solo estaba disponible por las tardes. Eran casi las 5. Me disponía a informarle la situación de su “hijo” pero en ese instante nuevamente entró una llamada del “Comandante, Aguilar” para preguntarme si ya había depositado al nuevo número de cuenta. El taxista, que rondaba los 50 años, escuchó cómo me presionaban. Yo estaba ya muy nerviosa. Al colgar el taxista me dijo: -¿Es del aeropuerto, señorita?
-Sí. Tienen detenido a mi primo.
–Es un fraude señorita. Tenga cuidado. Hace poco también me llamaron del aeropuerto para decirme que tenían detenido a un ahijado mío. Pero yo no tengo a ningún pariente en el extranjero que llegue al aeropuerto. Los mandé bien lejos. La están extorsionando, señorita. Verifique bien si es su familiar.
Le agradecí y al bajar del taxi revisé Messenger, mi primo aún no respondía. Marqué el número de mi tía para informarle la situación de su «hijo», a esta hora ya había salido de trabajar y debía estar en su casa.
-¡Hello! Reconocí la voz y el acento pocho de Ale, él mismo había respondido el teléfono de mi tía.
-¿Dónde estás?
-Aquí en mi casa.
-¿No viniste a México? ¿No estás en el aeropuerto?
-No. Me estoy bañando en mi casa.
Mi primo nos visita al menos dos veces al año y normalmente me llama para ir a recibirlo. Hace dos años vino en este mes. A veces sólo me dice “Mañana llego allá”. Hemos bromeado que comprará celulares para toda la familia porque se los ha reglado a dos parientes. Esperaba que viniera en octubre, di por hecho que había adelantado su viaje. Respiré. Agradecí con toda mi alma que estuviera bien y lejos, muy lejos de esta pesadilla. Obviamente ni el banco, ni la policía, me pudieron resolver nada.